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(Sustantivo. Del griego anémos = viento y léxis = lenguaje)
1. Discurso dirigido al viento. En sentido no metafórico, palabras que se dirigen a un auditorio que no las escucha.
2. Charla o discurso olvidable.
Mientras en la acepción (1), en su variante no metafórica, el anemoloquio se produce por culpa del auditorio, en esta acepción es el mismo discurso el que no merece recuerdo ni atención. La línea que separa a uno de otro es discutible. Posiblemente, en muchos casos por culpa de un anemoloquio (2) se produce un anemoloquio (1)
3. Conjunto de silbidos y sonidos guturales que produce el viento y que parecen articulaciones de palabras.
Aun cuando no hubiese un sujeto que pronuncie los anemoloquios, algunos consideran que es en principio posible descifrar el exacto recorrido del viento a partir de los sonidos que produce. Quizás esa extraña combinación de suspiros, jadeos y golpecitos que realiza el viento en la ventana sea un código en el que se indica su origen en la ladera de una montaña nevada, su paso por el río y el mar y su vuelo a ras de las nubes. Algunos especulan con que el viento trae un mensaje más recóndito y personal. Tal vez el anemoloquio nos cuente (en un idioma desconocido) las palabras finales y apenas audibles de un amigo moribundo al otro lado del mar, o el suspiro lejano de la mujer que nos ama, agigantado por la distancia, el océano y la nostalgia.