Exonario

Definiciones y términos que no figuran en el diccionario (exonario no figura en el diccionario)

Comproludio

Posted by jorgemux en febrero 25, 2014

(Sustantivo. Del latín con = junto, completo; pro = continuidad y ludus = juego)

Juego que contiene entre sus reglas la posibilidad de continuar jugándolo una vez terminado. 

Aunque la definición parece complicada, en realidad es bastante fácil distinguir a un juego comproludio de aquel que no lo es.
Las calesitas son comproludios: dentro del propio juego, es posible sacar la sortija, lo que permite continuar jugando. En cambio, el pool no es comproludio porque ninguna regla interna del juego permite seguir jugándolo una vez terminada la partida; ni tampoco hay reglas que permitan ganar bolas para que el juego se extienda. En todo caso se puede jugar un nuevo partido de pool, pero este nuevo partido no está conectado con el anterior. Muchos videojuegos son comproludios, en tanto pueden obtenerse «vidas» o incluso créditos para continuarlo (en el caso de videojuegos, para que sean comproludios, es necesario que su trama permita jugar indefinidamente. Se trata de juegos que pueden «darse vuelta», esto es: una vez que se llega al final de la trama, esta recomienza una y otra vez hasta que ya no queden vidas)  El tatetí, el royal ludo, las damas y el ajedrez no son comproludios, pues dentro de las partidas de estos juegos no hay reglas que permitan «ganar» partidas extras o «vidas».
En los comproludios, existe la posibilidad de jugar indefinidamente con una sola ficha o boleto inicial. Es posible, en principio, pagar una vez el ticket de la calesita y luego sacar la sortija por toda la eternidad -o, al menos, hasta que el calesitero decidiera cerrar. Podría pensarse, no obstante, en una calesita que jamás cierra sus puertas por culpa de un cliente endemoniado que saca continuamente la sortija (A su vez, para ello, es necesario pensar en un calesitero endemoniado que no detiene jamás la calesita, ni de noche, ni con lluvia, ni con el paso de las décadas)
El comproludio contiene el estímulo y la ilusión del juego eterno y recursivo. Nos promete que si entramos en sus reglas, podremos estar sometidos a ellas por siempre, como si gracias a ellas tuviésemos la chance de escapar del destino de vejez, enfermedad y muerte que nos espera a todos. La sortija es un objeto creador de futuro: nadie muere en las vísperas, ni con la sortija recién ganada en mano.

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Incicuestión

Posted by jorgemux en febrero 14, 2014

(Sustantivo. Del latín inscita = inocente [también, quizás de insidiosa = insidiosa] y quaestio = interrogación, asunto. Variantes: inscicuestión, inscicuestia, incicuestia)

Pregunta ingenua bien formulada que sin embargo no puede responderse de manera satisfactoria.

Cuando se expone un conocimiento o una ciencia ante un público, es muy común que surjan preguntas difíciles e inabordables de parte de ese público. Esto no ocurre porque el alumnado sepa más que el expositor, sino porque existe un sinnúmero de cuestiones básicas que quienes son expertos ni siquiera se han planteado.

En una clase sobre biología, el profesor dice que los renos pelean si saben que los cuernos de su oponente no son más grandes que los propios. Un alumno pregunta, ingenuamente, cómo sabe un reno de qué tamaño son sus propios cuernos. El profesor enmudece: nunca se ha preguntado esto, y en rigor no sabría cómo responder. A su vez, en una exposición sobre física básica, un asistente podría preguntar por qué caen los cuerpos. Se le explicará, con cierto detalle, las leyes de la gravedad y la historia de la física desde Galileo hasta Newton. Pero el alumno podría insistir, cuestionándose por qué los cuerpos siguen esas leyes y no otras. Un profesor de matemática podrá explicar con solvencia el teorema de pitágoras, pero quizás no pueda responder a la más inocente requisitoria: ¿Qué es un número?

Muchos docentes temen a las incicuestiones y utilizan la deplorable estrategia de atacar a quienes las formulan: «No estamos hablando de eso»; «Con esas preguntas no llegamos muy lejos»; «Si nos detenemos en planteos de este tipo nunca vamos a terminar con el programa» o el más agresivo «Hay que estar muy al pedo para preguntar eso». En algunos ámbitos educativos, la incicuestión irrita y enoja. A veces (raramente), el docente acepta su desconocimiento. Eso sí, si el docente es religioso tendrá un respuesta comodín para todo: Dios lo quiso así.

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Dalequeísmo

Posted by jorgemux en febrero 6, 2014

(Sustantivo. De la expresión «dale que»)

Hábito de inventar situaciones y roles mediante el uso de la expresión «dale que»

Los niños en sus juegos utilizan el dalequeísmo como una llave para recrear mundos posibles e incluso imposibles. «¿Dale que teníamos un hermanito, y que el hermanito era de aire¨?», propone una niña. «Sí, ¿y dale que nosotros éramos los ponies de Ponyville?». «Sí, ¿Y dale que mi habitación es Ponyville?». El dale-que es una herramienta creadora; instaura aquello que propone como si fuera un imperativo. No dice «Es posible que estemos en Ponyville». No dice «Hay un mundo posible y en ese mundo posible somos ponies»: el verdadero dalequeísmo convierte a esta realidad presente en otra mediante una función (fusión) lingüística.
Algo importante en el dalequeísmo es el diálogo y el consenso. El dalequeísmo no puede darse en soledad: debe haber alguien a quien preguntarle.  A cada pregunta de dale-que, debe suceder una respuesta afirmativa o correctiva: «Dale, pero estamos en Ponyville de noche, y hay un arco iris». Pero sin la respuesta, el dalequeísmo se queda trunco, sin materialización completa. La intersubjetividad parece una condición necesaria para que el lenguaje traiga otros mundos a esta casa.

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Estisolercia

Posted by jorgemux en enero 28, 2014

(Sustantivo. Del latín stylus = punzón y sollertia = astucia para los negocios)

Habilidad excesivamente puntual y virtualmente inútil. 

Si usted es un experto en esquivar las balas enemigas en un juevo de naves del año 1989, pero no puede esquivar balas en ningún otro juego (y ni siquiera sabe jugar a otros juegos); si conoce a la perfección la tabla del 147, pero no encuentra en qué caso aplicarla y desconoce casi todas las otras tablas; si se ha vuelto un erudito de la página 215 del manuscrito original de la Crítica de la Razón Pura de Immanuel Kant, pero no sabe casi una palabra del resto; si puede recitar de memoria dos páginas de nombres y teléfonos de una vieja guía telefónica: en todos estos casos, usted sufre de estisolercia. Ha cultivado, con insistencia y una considerable inversión de tiempo, una destreza que (cree usted) asombraría a quienes lo rodean, si se presentara la lejana oportunidad de demostrarla, si no le exigieran aplicar esa pericia en algún ámbito ligeramente diferente y si alguna vez le pudiera interesar a alguien. No caben dudas de que usted es una especie de genio mínimo; un Einstein de lo puntual e intrascendente, pero -a diferencia de los verdaderos genios- su maestría no será nunca reconocida. Por fortuna.

La estisolercia tiene puntos de contacto con la esconognosia.

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Posparativo

Posted by jorgemux en enero 24, 2014

(Sustantivo. Del latín post = posterior y paro = disponer)

Si un preparativo es la disposición de algo para una finalidad posterior, el posparativo es la disposición de algo una vez que se ha logrado esa finalidad.

Ciertas herramientas y utensilios requieren de preparativos y de posparativos. Una vez finalizada la pintura, es necesario lavar cuidadosamente los pinceles y la pistola de gravedad, purgar el compresor, levantar los papeles del piso, limpiar las manchas de pintura del piso, las paredes y las manos; lavar la ropa y ordenar un sinfín de herramientas.
Muchas veces la finalidad buscada es deseable y placentera: el momento en el que efectivamente se está pintando la pared es relajante, pero requiere de preparativos y posparativos tan trabajosos que lo convierten en un yugo intolerable. Es más, quizás la procrastinación es producto no tanto del trabajo en sí, sino de los preparativos y los posparativos.

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Nueseso

Posted by jorgemux en enero 14, 2014

(Sustantivo. De la expresión «no es eso»)

Sensación de apetito o deseo que no puede satisfacerse con ninguna instancia que se presente. 

El nueseso también puede llamarse «síndrome de la heladera llena». Se presenta como una ligera, continua e irritante necesidad de comer «algo rico». Pero por más manjares que uno posea en la heladera o en la alacena, se tiene la sensación de que no es ninguno de ellos. A veces compramos algo exquisito para prevenirlo  (queso brie, aceitunas rellenas con anchoa, masas finas, torta helada, scones con nuez, ananá en almíbar con crema y charlotte, panqueques con manzana y dulce de leche, camarones), con la esperanza de que un repentino atracón nos cure. Pero no importa qué tan pertrechados estemos: a esa hora maldita rebuscaremos entre los estantes y pasaremos de largo ante las tentaciones preventivas: ¡No es eso! ¡Es otra cosa que no sé que es y que justamente no tengo!

Hay una variante metafísica del nueseso que es en rigor más apropiada a la definición. Una mujer busca enamorarse. Cuando se enamora, descubre que enamorarse no es eso; que ella esperaba otra cosa diferente. ¿Amar a un hijo? No, a este hijo que tengo no lo amo. ¡Eso no puede ser amor! ¡No es esto tener hijos! ¡Ser adulto no puede ser esto!
El nueseso metafísico es la sensación de que nada de lo que vivimos es lo que dice ser. Es, en el fondo, la seguridad de que la vida, la verdadera vida, no es esta.

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Exocarcinoma

Posted by jorgemux en enero 8, 2014

(Sustantivo. Del griego exo = por fuera; carkínos = cangrejo y -oma = tumor)

Cáncer que se desarrolla fuera del cuerpo, en un objeto inanimado. 

Aunque los tumores malignos están asociados a las células vivientes, podrían existir casos en los que a un almohadón, a una taza o a una camisa les crecieran bultos de un material duro, fibroso y ligeramente húmedo que o bien se va secando con el paso de los días, o bien aumenta de tamaño hasta deformar e inutilizar el objeto sobre el que actúa. Estos tumores externos aparecerían sobre los objetos que ciertas personas utilizan a diario: utensilios domésticos y ropa. Algunos dirían que los exocarcinomas son proyecciones tumorales que realiza la persona que usa esos objetos, como si un cáncer que debiera tener uno mismo, lo pudiera arrojar afuera y convertirlo en algo relativamente inofensivo. Otros dirán que el exocarcinoma es, en realidad, una prueba de que todas las cosas están misteriosamente vivas.
Se podría crear una técnica para hacer crecer a los exocarcinomas de una manera ordenada y útil. Por ejemplo, si a su pantalón le sale un tumor, usted podría conservarlo, dejarlo crecer, cortarlo adecuadamente, secarlo en el momento justo y de ese modo, con el material duro y fibroso, hacer esculturas o herramientas. Quizás sirva, incluso, para emprendimientos culinarios: un exocarcinoma cultivado, disecado y rehidratado podría ser el ingrediente selecto de una cocina gourmet.

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Zapatrapo

Posted by jorgemux en diciembre 31, 2013

(Sustantivo. De zapa y trapo, despectivo de travesti)

1. Dícese del hombre que confunde a un travesti con una mujer. 

Muchos travestis tienen rasgos prominentemente masculinos. O, aun cuando los suavizan, sus rasgos feminoides resultan subrayados de manera escandalosa. En la mayoría de los casos, esa apariencia masculina no pasa inadvertida. Pero algunos hombres heterosexuals, sin embargo, nunca logran distinguir a un travesti de una mujer. A veces dicen las palabras equivocadas: «Qué hermosa que es Yazmira», o «Tu amiga siempre con calzas fucsia ajustadas», delatando que no se han dado cuenta de la condición de travestis y, de paso, dando a entender que les resulta atractiva. En verdad, uno puede sentirse atraído por alguien sin necesidad de saber su sexo. Pero el zapatrapo, en particular, es una persona machista que jamás consentiría en enamorarse de (o siquiera sentir atracción por) un travesti. Eso lo pone más en ridículo: confiesa sentirse atraído por quien él cree que es una mujer, pero si supiera que se trata de un travesti jamás haría tal confesión.

2. Dícese del hombre que considera que todo el mundo ha tenido relaciones con travestis.

El zapatrapo se jacta de haber tenido relaciones con travestis. Aunque a él le disgusta aceptar que se siente atraído por una persona con órganos genitales masculinos, en realidad se justifica diciendo que «cualquiera ha tenido, alguna vez, sexo con travas», como si esa atracción fuese parte de la naturaleza de un macho. A diferencia del zapatrapo de la primer acepción, en este caso es totalmente consciente de que le atraen travestis. Pero cree que es socialmente aceptable que un macho sucumba a sus atractivos.

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Acrenóptero

Posted by jorgemux en diciembre 5, 2013

(Adjetivo. Del griego akrós = alto; oinós = vino y ópter = que mira)

Dícese de quien en los supermercados observa las góndolas de vino caro. 

Las vinerías y autoservicios exhiben los vinos de forma jerárquica: los más baratos en la parte de abajo de la góndola; los de gama media en el medio y los de alta gama en la parte superior. Cuando nos acercamos a la góndola de bebidas, entonces, tenemos la oportunidad de mostrar en qué nivel económico estamos o qué tan alcohólicos somos. Si andamos con la cabeza agachada, mirando la parte inferior de la góndola etílica, buscando vinos sin varietal, en caja o de marcas populares, entonces algo anda muy mal en nuestra vida y más vale que no nos vean en esa deplorable situación: somos unos pobres borrachos sin remedio, desesperados por tomar cualquier aguarrás tinto con tal de que sea barato y parezca vino. Si alguien nos ve en ese trance, solemos esgrimir con vergüenza: «Estoy comprando Santa Ana porque voy a hacer un pollo al disco. ¡Esto yo no lo tomo ni loco!«, para que no nos confundan con un beodo indigente y sucio cualquiera. Por lo general, quienes frecuentan la parte inferior de la góndola son ancianos mal vestidos y con una barba de tres o cuatro días.
En cambio, cuando queremos parecer entendidos, levantamos la vista con orgullo y observamos los finísimos malbec y syrah; escudriñamos detenidamente las etiquetas como si supiéramos la diferencia entre un cabernet y un bonarda, fingimos que nos interesa la cata y adoptamos un lenguaje que incluye las palabras «taninos» y «bouquet» (aunque no tengamos la menor idea de lo que significan): nos hemos convertido en acrenópteros.
El acrenóptero acaricia con orgullo las botellas. Las saca de su exhibidor, las toma, las palpa, lee con intensidad lo que dicen, pero luego, inevitablemente, las devuelve a su lugar. Es que son muy caras para un asalariado recién devenido en clase media que tiene la tarjeta a punto de reventar. Por lo general, un acrenóptero se encuentra con otros y entre ambos se ponen a conversar y a recomendarse vinos que nunca han tomado: «El Catena Zapata es el mejor de todos. Claro, cuesta mil trescientos pesos. No, yo nunca tomé, pero el jefe de un amigo mío una vez lo probó y dijo que era riquísimo«. «Vea, si está dudando, cómprese un Rutini. Tiene un bouquet que recuerda al aroma de las rosas silvestres de la campiña del Lacio. No, nunca estuve en el Lacio y no sé dónde demonios queda, pero a mí me recuerda eso. Bah, me lo recordaría si alguna vez lo hubiera tomado«; «Ah, lo que debe ser este Vento 2004 con un quesito Brie. A propósito, ¿qué es el queso Brie?«. Desde luego, después de esa charla de gourmand, bajan la vista hacia la mitad de la góndola y terminan eligiendo (y recomendándose) el vino más barato y más rico de gama media o, como ellos gustan decir, «la mejor relación precio – calidad que podés comprar con treinta y cinco pesos«.
El acrenóptero descripto más arriba no es el único. También está el que efectivamente tiene dinero y elige vinos caros. Pero en todos los casos, los acrenópteros son hombres (y no mujeres) de mediana edad (y no jóvenes) que comparten el placer por hablar sobre vinos y por demostrar a otros la experiencia enológica y la exquisitez de su paladar.

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Hipernatividad

Posted by jorgemux en diciembre 3, 2013

(Sustantivo. De hiper y natividad)

Precocidad y exceso de iconografía navideña.

Muchos hogares y comercios ya a principios de noviembre padecen un repentino estallido de luces navideñas, guirnaldas, árboles, papanoeles y musiquitas estridentes. Sobreabundan el plástico y el brillo. Cualquier espacio vacío es rellenado con algodones, borlas, pesebres, piñas con gibré y luces intermitentes. En muchos casos se observa un marcado contraste entre la austeridad habitual en la decoración y el profuso, abigarrado y chillón ornamento de fin de año. A contramano de cualquier criterio estético (y quizás religioso), cada rincón y situación es convertido en motivo navideño. Se entregarán servilletas con dibujos de trineos. Las bolsitas dirán «felices fiestas». Los empleados llevarán un gorro rojo y blanco. Los vidrios y las paredes serán decorados con una guarda de papá noel y renos. En cada vértice o rincón habrá un árbol navideño o un pesebre. Las lámparas se cubrirán con cartulina verde en forma de estrellas, papel crepe rojo o guirnaldas. Del cielo raso deben colgar borlas gigantes o campanas. Aun a riesgo de un falso contacto o de electrocución, las luces de colores deben formar complicados dibujos o trazar todos los contornos y circuitos posibles.
La hipernatividad suele extenderse hasta fines de enero. Después de esa fecha, por pereza, algunos adornos no serán quitados: en muchos casos vemos en pleno junio guirnaldas y luces apagadas y polvorientas, un poco ocultas entre los productos para el día del padre y las ofertas de vacaciones de invierno. Estarán allí, todo el año al acecho, a la espera del caluroso noviembre cuando les toque atacar con estridencia y mal gusto.
Muchas veces la hipernatividad provoca un sentimiento de alegría y bienestar, a pesar del exceso. La experiencia estética no es negativa: está cargada de afectos y nos recuerda a los momentos buenos de la infancia, cuando todo lo brillante era mágico y cuando Papá Noel existía de verdad.

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